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Organização:
Instituto Politécnico de Tomar


    Convento de Cristo
ASSOCIAÇÃO PORTUGUESA DE CISTER

 

PRÓLOGO

 

     Hace ahora setecientos años dos bulas papales, la Vox in excelso de 3 de abril de 1312 y la Ad providam Christi Vicarii del siguiente 2 de mayo, promulgadas ambas por Clemente V en el marco solemne del Concilio ecuménico de Vienne, ponían fin a la existencia legal de la Orden del Temple disponiendo el trasvase de sus bienes en beneficio de la del Hospital de Jerusalén, con la salvedad de los ubicados en la Península Ibérica. Siete siglos después, el del Temple sigue siendo uno de los temas más populares y que guarda un mayor atractivo para importantes sectores de la sociedad. No es este momento ni lugar para detenerse en un fenómeno, por otra parte, bien conocido. Baste referirse a él para subrayar, una vez más, el esfuerzo que los historiadores profesionales han de desplegar frente a la interminable demanda de fantasías legendarias y de comprensiones del pasado interesadamente manipuladas. El Temple sigue planteando muchos interrogantes, pero para los especialistas en el tema, esos interrogantes están muy lejos de responder a misteriosas conspiraciones o compromisos inconfesables mantenidos ocultos durante siglos. Los auténticos problemas que plantea el Temple para la investigación moderna son los que derivan de una necesaria y renovada comprensión de su naturaleza, de los testimonios que nos ha legado y del destino que le deparó un complejo cúmulo de circunstancias políticas.
     Para abordar estas cuestiones se han reunido en Tomar, epicentro de resonancias históricas profundamente vinculadas a la orden, un conjunto de destacados especialistas que han sabido organizar un cúmulo de importantes reflexiones en torno a los cuatro interesantes trabajos que componen la presente edición y que tengo la honda satisfacción de prologar.
     El primero de ellos, el de Kristjan Toomaspoeg, es una completa y sugerente puesta al día de los problemas que atañen al estudio de la Orden del Temple con particular referencia al ámbito del histórico reino de Portugal. Toomaspoeg nos ofrece un diagnóstico preciso de cuáles son los problemas que aún hoy, después de contar con muy significativas aportaciones científicas añadidas al panorama historiográfico en las últimas décadas, siguen afectando seriamente al tratamiento del tema. Por un lado, la necesidad de establecer criterios definitivos que nos permitan depurar convenientemente la documentación conservada de las interpolaciones y composiciones espúreas aceptadas acríticamente por una buena parte de la historiografía tradicional. Por otra parte, la exigencia de analizar orígenes y desarrollo de la institución templaria en el inexcusable marco transnacional de una orden de la Iglesia de vocación universal. Este último aspecto, que es aplicable al seguimiento bibliográfico que puede hacerse en otros ámbitos históricos de la Península, resulta absolutamente fundamental a la hora de reinterpretar, entre otras cosas, el cometido histórico de los templarios portugueses como algo más que el de constituir un obediente instrumento en manos de la realeza.
     Precisamente a esta irrenunciable misión que los historiadores asumimos a la hora de desmontar interpretaciones tópicas o desfasadas, y a la responsabilidad de replantear con criterios debidamente actualizados los problemas del pasado, obedece también el estimulante trabajo de Mário Farelo. Su interés se centra concretamente en el proceso de disolución del Temple y su accidentado desarrollo en Portugal. Apoyándose en renovadas visiones sobre el tema y, sobre todo, ahondando en las claves que le proporciona un exhaustivo análisis de la documentación, llega a tres novedosas conclusiones. La primera es que el papa Clemente nunca renunció a llevar a cabo un proceso de investigación de la orden en el reino de Portugal, desplegando en este sentido un celo inequívoco. La segunda es que el rey D. Dinis no fue el benigno amigo de los templarios que ha venido siendo descrito en muchas ocasiones, sino el tenaz estratega político que desde años antes de incoarse un proceso contra el Temple, del que carecía de información previa, llevó a cabo una labor de racionalización de recursos señoriales con el fin de recuperar tierras para la Corona, una labor que afectaba al Temple como al resto de las instituciones señoriales del reino. Y finalmente, Farelo insiste en la necesidad de analizar el proceso del Temple a la luz de un amplio contexto interpretativo en el que habrán de tenerse muy presentes las complejas y muy diversas relaciones del rey Dinis con la curia aviñonense, sin olvidar, como telón de fondo, la estrategia común de los distintos reinos ibéricos respecto a las iniciativas cruzadas del papa.
     Uno de esos reinos es el constituido por la Corona de Aragón, en cuyo complejo ámbito político tuvo una presencia muy notable la orden. Concretamente son los templarios catalanes y el proceso que puso fin a su existencia institucional los objetivos en que se centra el tercero de los trabajos aquí reunidos, cuyo autor, Josep Sans i Travé es, sin duda, su mayor especialista. Su aportación es todo un ejercicio de filigrana historiográfica sobre una contundente base documental que él conoce como pocos. Nuevamente el rigor es cauce de expresión de una honestidad profesional que no conoce más condicionamientos que los derivados de la propia información documental. La larga trayectoria de Sans i Travé como estudioso de la orden y editor de una buena parte de sus fuentes catalanas, es el mayor aval de un clarificador estudio en que el complejo proceso de los templarios sigue proporcionándonos nuevas informaciones. Sorprenden las conclusiones que en forma de datos cuasi estadísticos –edades de los freires en el momento de la profesión y del interrogatorio, circunstancias de la recepción, continuidad en la institución...- ha sabido extraer a partir de las preciosas informaciones manejadas y que vienen a complementar o matizar conclusiones ya expuestas por ese otro gran especialista, en este caso del Temple aragonés, que es el profesor Forey.
     Y finalmente, de la realidad material de los documentos a la reflexión ideológico-espiritual con que Nuno Villamariz pone fin a estas páginas. Parte el autor del inevitable supuesto de la relación entre Jerusalén y Tomar a través de la mediación templaria, y lo hace, además, presentándonos un selectivo pero muy representativo recorrido sobre las imágenes con que la mística de fundamento apocalíptico espoleó la conciencia de los cristianos de Occidente. El fuerte sustrato del precedente profético de Ezequiel y su codificación joánica del Apocalipsis fue el pilar con que el Templum Domini jerosolimitano fue concebido como esencia prefiguradora del Templo crístico de la sabiduría eterna. Todo un cúmulo de especulaciones alimentadas por la teología monástica, uno de cuyos máximos representantes es san Bernardo. Y a través de él, Villamariz conecta con la espiritualidad templaria y su materialización en el complejo religioso-militar de Tomar. El autor propone explicaciones simbólicas que afectan desde el posible acrónimo Thomar a la propia estructura plurifuncional de su recinto, privilegiando la fuerza expresiva de su particular ‘rotunda’. Con independencia del valor probatorio que queramos conceder a las sugerentes propuestas de Villamariz, es evidente que sus páginas contribuyen decisivamente a confirmar la importancia de las conexiones medievales del reino de Portugal con la realidad de Oriente.

CARLOS DE AYALA MARTINEZ
Catedrático de Historia Medieval
Universidad Autónoma de Madrid

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